martes, 12 de enero de 2010

Glic, glic, glic

Glic, glic, glic...
Cae una gota tras otra . Su precipitación y su irreductible destino de chocar contra el lavaplatos de metal hace que me despierte. Abro los ojos, observo el reloj y me doy cuenta que son las 5 am. Me molesto por un instante (Noté que llevaba dormido unos cuantos minutos de la última vez que observé el reloj) A lo que me lleva pensar: Qué frágil tengo el sueño. Anteriormente, recuerdo, este ruido no perturbaría mi sueño. Antes, cuando iba a la secundaria, un automóvil explotó a una cuadra. De lo cual me di cuenta al día siguiente. Me levanté a las 6 am y desde la ventana observé un carro chamuscado y pregunte qué había pasado. Sonaron risas burlescas porque todos en casa escucharon el bum! menos yo. Ahora, a las 5 am vuelvo abrir los ojos, miro hacia al techo y sigo escuchando la gota caer: glic. Peor aún, comienzo a pensar en grande y me pregunto: ¿Será el ruido lo que me perturbe?, ¿Por qué no puedo dormir? Y continúo con la fase más grandiosa de mis divagaciones nocturnas e insómicas y escribo en mi cuaderno, que siempre está a un costado para ocasiones como éstas: Maldita gota de agua eres presa de la ley física de gravitación ¿Qué sentido tienes? A caso, si pudieras ser diferente ¿te precipitarías al abismo?¿Las cosas adquieren sentido por sí mismas? Mientras tanto, ahora, te he convertido en un pretexto y el único sentido que tengo para ti es dedicarte un espacio para escribir…glic.

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