viernes, 5 de febrero de 2010

A quemarropa

Desde ese día no siento mucho deseo por hablar y por el momento, trato de racionalizar las palabras, de no hablar de más ni de menos (Sólo quiero decir lo necesario). Me mantengo quieto, ordinario, sencillo. Digo una que otra frase, palabra, idea. Sin tristeza alguna, sin excitación alguna. Sólo tranquilidad. Ya grité y escupí palabras nada gratas. Cual arma cargada, las palabras hicieron su propósito. Te asalté y a quemarropa grité (con una sensación de enojo y en parte de liberación). Sé que fue fulminante para tu corazón. Mi boca no sabe igual desde entonces, mi voz no es la misma. Las palabras quemaron mi garganta. Pero qué podriamos esperar: tú que tanto gustas de amar y yo que nunca me quiero callar.

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